viernes, 22 de enero de 2010

Noches de ilusiones y algo de reflexión


Lejos de realizar conjeturas sobre el consumismo navideño o la compra masiva de regalos para un día como el de hoy, cada noche de los Reyes Magos me retorna a la infancia, al nerviosismo por descubrir los regalos de esos seres mágicos que en una noche llenan de juguetes el país o a la ilusión por despertar y descubrir un año si y otro también los paquetes que sus majestades habían dejado para provocarme una sonrisa y una alegría difícil de describir.

Esa ilusión y nerviosismo no han desaparecido con los años por ver las caras y las reacciones de los más pequeños de la familia cuando se despiertan y se encuentran con los objetos que sus mágicas majestades han dejado para ellos. Sus caras no reflejan la misma ilusión que cuando llega el regalo de cumpleaños o cuando se compra un juguete a lo largo del año. Sus caras reflejan la magia del día, la sorpresa por lo insólito del momento, la fe en la bondad y la ilusión que seguro marcará sus primeros años de vida, del mismo modo que se marcó en tantas y tantas generaciones anteriores por pobres que fueran los regalos, lo importante siempre fue la magia del día.

Ojala que todos los niños del mundo pudieran disfrutar de todas estas sensaciones, bien sean los Reyes Magos, Papa Noel o cualquier otro ser mágico que les alegre los corazones y les permita por dura que sea la vida para algunos, al menos disfrutar de un día diferente, un día pleno de ilusión.

Y los no tan niños quizá deberíamos plantearnos que una vida sin fe, sin ilusión, sin magia, sin Reyes Magos no es una vida plena. No dejemos de creer en los Reyes Magos de Oriente.
Y como hoy es un día mágico para los peques pues los Reyes Magos cumplirán sus deseos dejándoles los juguetes que han pedido en la carta es que vienen las siguientes preguntas: ¿los mayores, los papás, qué deseamos para que nuestra vida junto a ellos sea más plena? ¿Qué pedirían como padres a los Reyes Magos este año?
Este… a ver intenten taré hacer un ejercicio de autoanálisis.
Yo tengo claro. Lo que les pediría a los Reyes Magos es más tiempo para jugar con mi Vicky y una buena dosis extra de paciencia.
El tiempo es un bien preciado en los tiempos que corren. Los papás estamos todo el día ocupados entre el trabajo, las obligaciones, las tareas del hogar… Casi no tenemos tiempo para estar con los chiquis, y si estamos juntos pocas veces utilizamos ese tiempo para jugar con ellos.
Compartir tiempo con ellos no es estar solamente bajo el mismo techo. A mi me gustaría tener más tiempo para jugar con ella, revolcarnos por el suelo, reírnos juntas, armar rompe cabezas, pintar, cocinar, hacer manualidades,… En fin tengo una lista interminable que haré todo lo posible por cumplir este año. Me pondré como propósito, y digo propósito enserio porque de lo contrario cuando me dé cuenta se me habrá pasado la infancia de mi hija por delante de mi nariz.
La paciencia, y una buena dosis extra, también me vendría muy bien para afrontar los meses que vienen. Con una niña de cuatro años con un poco de sintomatología del síndrome del hijo único hay momentos en los que se necesita tener las espaldas cargadas de paciencia, especialmente cuando su madre no ha nacido con demasiadas reservas.
La paciencia es una virtud que debemos ejercitar cuando tenemos hijos me dijo un sabio amigo, que por supuesto no tiene hijos. Pido la capacidad de contar hasta mil cuando sea necesario antes de pegar un grito, tener la paciencia para explicar las cosas en lugar de dar órdenes y para repetirlas cientos de veces cuando no las comprenda.
Entonces, tiempo para jugar con mi hija y paciencia es lo que les pido a sus Majestades los Reyes Magos tengan a bien dejar en casa junto a mis zapatos en dos saquitos bien cerrados.
¿Y al resto de los papás qué les piden? Todo vale. Horas de sueño, que el peque coma mejor, un hermanito…etc…etc…

Y...e l 2009 nos dijo adiós


Por fin!, - exclamará más de uno.
Y con toda la razón. Porque el fin de año, casi por decreto, a muchas personas obliga a sentirse felices, comprometidos con todas las causas justas, a sonreír, a desear paz, amor y felicidad, lo sientan o no... A consumir, a gastar lo que no se tiene con tal de no parecer menos que los demás...
Mi mayor deseo es que con ella se haya marchado la tristeza; el dolor que suele producir la añoranza de los que se fueron y ya no han podido pasarla en familia; la nostalgia recordando otras muchas Navidades alegres, en las que tuvieron a su lado a quienes amaban; ese vacío interior que de repente, y sólo por ser Navidad y año nuevo, parece llenar por dentro; la soledad que en estos días a muchos se les hace un poco menos llevadera...
Sé que para algunos de mis amigos este fin de año no ha sido precisamente una de las mejores, y es a ellos a quienes especialmente va dirigido mi deseo. Aunque estoy convencida, de ello no me cabe la menor duda, de que poco a poco todo irá de nuevo recolocándose en su lugar. Cada recuerdo, cada sentimiento, cada dolor, cada ausencia... ocuparán otra vez aquel que le tenemos asignado en nuestro corazón y que, inevitablemente, y sin que nosotros podamos hacer nada para evitarlo, en estos días se ponen fuera de su lugar habitual. Un lugar, que aunque no nos aleje del todo el dolor, al menos nos permite ir viviendo con un poco de paz.
Ahora sólo nos queda celebrar y abrazar a este nuevo año que acaba de irrumpir en nuestras vidas. Un nuevo año que seguro vendrá cargado de miles de momentos felices que pasarán por nuestro lado, y que de nosotros, sólo de nosotros, dependerá que seamos capaces de atraparlos al vuelo. Porque sólo así, sosteniendo un trocito de aquí y un trocito de allá, y juntándolos todos ellos, es como podremos crearnos eso tan difícil de conseguir llamado Felicidad. Y como dijo una gran amiga, muy sabiamente, a lo mejor no es que la vida nos ofrezca pocas posibilidades, es que nos pasan desapercibidas porque fijamos la vista en un horizonte lejano e inalcanzable, y no nos damos cuenta de lo que nos pasa por el lado.
Así que, tal como nosotras nos lo hemos propuesto para este año, no perdernos detalle de las pequeñas cosas, pido a todos quienes me leen que también sea el propósito de todos en este Año Nuevo.
Nada de dejar de fumar, ni de ir al gimnasio, o de adelgazar, ni tampoco aprender un idioma... Todo eso ya está muy visto. Los propósitos para este recién estrenado año son otros, y además muy fáciles de cumplir: el primero de ellos es sentirnos felices sólo por el hecho de estar vivos; por los padres, los hijos y hermanos que tenemos, por vivir en un país libre; por no pasar hambre ni frío y por tener todas nuestras necesidades básicas cubiertas; por tener amigos que nos levantan el ánimo siempre que lo necesitamos....
Y luego, saber ver la belleza que se esconde en un amanecer o en una puesta de sol; alegrarnos cuando vemos que a los árboles, que se habían quedado desnudos durante el invierno, empiezan a brotarles las hojas anunciándonos que la primavera está al caer; cuando al cruzarnos con nuestro vecino, al que nunca prestamos demasiada atención, le damos un buenos días más afectuoso de lo normal y él nos responde con una sonrisa; aprender a dar un gracias por esas cosas por las que habitualmente no las damos, porque ya se han convertido en rutinarias; pedir perdón siempre que sea necesario, sin que por ello pensemos que estamos perdiendo el orgullo ni la dignidad, disfrutar del sol, del mar, de un día de tormenta, de los besos pegajosos de caramelo que nos deja nuestro hijo en la cara, de la mirada cómplice de quien queremos, de las risas que nos echamos con nuestros amigos, del viento en la cara, de ese atasco que aprovechamos para meditar, de las críticas de los demás, porque seguro que siempre sacamos algo positivo de ellas...
Y no sigo, que podría, por no cargarles con demasiado trabajo este año 2010 así de golpe.
Ya tenemos tarea para el nuevo año. Que nos sea leve...